Bitácora dedicada a la familia Cabrera, de la villa de Macharaviaya, en Málaga, España.
Foto de portada: Macharaviaya sobre 1920 (Foto: OAC California)

martes, 19 de junio de 2012

Vinculación a la iglesia

Encontramos, sorprendentemente, cuatro Cabreras de la misma familia como Sacristanes de Macharaviaya: don José Cabrera Sánchez, sus hijos don Francisco Cabrera Valderrama y don Manuel Cabrera Valderrama, y su nieto don Jacinto Cabrera Gallardo (hijo de Manuel Cabrera Valderrama).

Para explicar ésto debemos tener en cuenta varios aspectos. Es propio del Antiguo Régimen la trasmisión de cargos -incluso menores- en las mismas familias; y a mediados del siglo XIX, en una localidad rural y geográficamente aislada como Macharaviaya, perviven los usos de la sociedad estamental. Por otra parte, no debemos contemplar el empleo de sacristán bajo un prisma contemporáneo: en los siglos XVIII y XIX la iglesia de Macharaviaya estaba dotada, gracias a los Gálvez, con las más valiosas obras de arte y los más ricos ornamentos para el culto (pinturas, tallas, cálices y copones de oro y plata, ternos bordados, la espada del virrey Bernardo de Gálvez, etc.) que luego perderá en la Guerra Civil. El sacristán no solo es el custodio de todo este patrimonio, sino que además está encargado de cumplir las mandas de misas de réquiem en memoria de los Gálvez y del mantenimiento del panteón. Además, en algunos documentos aparecen administrando tierras que pertenecen al Curato y también en cargos de la administración municipal. De hecho el sacristán anterior a los Cabrera que tenemos documentado es Juan Sánchez Ramírez del Pino (perteneciente a la familia Ramírez de Velasco), cuyo sobrino José de Cabrera y Ramírez estaba casado con María Rosa de Gálvez, y cuyas primas-hermanas Josefa Gallardo y Mariana Ramírez de Velasco estaban casadas, respectivamente, con Matías y con Antonio de Gálvez.

La explicación más lógica es que estos Cabrera son un caso más del efecto benéfico de los Gálvez sobre todos sus parientes, incluso los más alejados. Son familiares de confianza puestos al cargo de un verdadero tesoro y de la memoria familiar. De hecho, dos de ellos están enterrados en el propio panteón de los Gálvez. Las lápidas, son muy significativas, sobre todo la de Francisco Cabrera Valderrama que, además del tratamiento de "don" antes del nombre, vuelve a repetir en el epitafio el apellido "Cabrera" con una frase enfática, que hace un guiño a la nobleza familiar. Además es albergado en el panteón Gálvez cuatro años después de su fallecimiento; esto es significativo. El cadáver es enterrado previamente en otro lugar, y son los restos reducidos los que pueden entrar definitivamente en el panteón de la familia Gálvez.

"Aquí yacen las frías cenizas de don Francisco Cabrera Valderrama, Sacristán de esta Parroquia. Falleció el 21 de mayo de (1)840. Cabrera es quien está aquí sepultado, y con silencio duerme noble olvido. Respeta los restos en que ha sido su cuerpo aquí hoy trasladado. Mayo 23 de (1)844".


Si son nombrados como sacristanes en diversos documentos, es significativo que en la partida de bautismo de Josefa González, Robles, el 29 de julio de 1846, figure como testigo Don Manuel Cabrera Sacristán propietario (Archivo Diocesano de Málaga, expediente matrimonial de Antonio Gallardo Molina y Josefa González Robles).